El plomo es un metal ampliamente difundido en el ambiente, por lo cual la mayor parte de la población tiene alguna concentración de plomo en el organismo. Las fuente de exposición mas importante para los países que aun usan gasolina con aditivos orgánicos de plomo es la contaminación atmosférica producto de la combustión de vehículos motores, otras fuentes incluyen alimentos y bebidas contaminados por el plomo presente en la soldadura de las latas o en los esmaltes usados en el vidriado de la cerámica; agua potable contaminada por el plomo existente en los materiales de construcción de las tuberías de los acueductos; o el humo de fundiciones secundarias.
Los niños pueden estar expuestos al comer pedacitos de pintura que caen de paredes o por la transferencia de polvo de plomo en la ropa de trabajo contaminada (Needleman 1992). Desde hace algunos años se apunta posibilidad de que la exposición a este metal puede afectar a la capacidad de aprendizaje en los niños y causar comportamientos hiperactivos. Se puede observar que los niños expuestos al plomo padecen déficit de autoestima, ya que presentan conflictos continuos con el medio social y sus experiencias de fracaso. Estos niños tienen problemas de integración social y alteraciones emocionales, ya que no son aceptados; de ahí que parezcan independientes y poco sociables.
La intoxicación por plomo ha sido reconocida desde hace mas de 2.000 años, produciendo síntomas que incluyen anemia, cefalea, irritabilidad y cambios del humor, depresión, ataxia, debilidad muscular, y ocasionalmente, cólicos abdominales, vómitos, parálisis, convulsiones, coma y muerte. La encefalopatía puede ocurrir como resultado de exposiciones agudas a altas concentraciones, o por exposiciones crónicas a bajas concentraciones. Las alteraciones asociados a la encefalopatía plúmbica incluyen edema cerebral, hipertensión cefalorraquídea, inflamación de los meninges, edema de las células endoteliales acompañado por la dilatación de las capilares y arterias. La encefalopatía por plomo se presenta con niveles de exposición superiores a 100 µg/dl (Rempel, 1989).
Aunque la encefalopatía ocupacional es poco frecuente, los efectos dañinos del plomo se manifiestan en concentraciones mucho menores, apareciendo síntomas evidentes a niveles de 60 µg/dl. Trabajadores expuestos a estos niveles de plomo presentan una gran variedad de síntomas, como angustias, mareos, cefalea, debilidad en las extremidades, fatiga, trastornos del sueño, sabor metálico en la boca, náuseas, anorexia, pérdida de peso, calambres abdominales, y estreñimiento.
Se trata de una demencia poco frecuente, siendo más habitual en el sexo femenino. Debido a que el plomo se acumula en el tejido óseo, la destrucción del hueso (osteoporosis) libera el plomo acumulado al sistema sanguíneo y puede llegar a producir demencia.
En líneas generales, la memoria es la función más consistentemente afectada por plomo. Otras alteraciones neuropsicológicas relevantes como consecuencia de la exposición a este metal incluyen la presencia de una disminución del tiempo simple de reacción, disminución de la comprensión e inteligencia visual, deterioro de la destreza manual, síntomas o trastornos del humor.