Al comienzo de este trabajo definíamos a la emoción: como el proceso psicológico adaptativo, que recluta y coordina el resto de los procesos psicológicos, cuando las distintas situación exigen una respuesta rápida y efectiva para ajustarse a los cambios del ambiente (Abascal, 1997).
Este proceso emocional está formado por dos elementos: el primero es la evaluación -appraisal- cognitiva de la situación y el segundo, la alteración en la activación del organismo. Esto significa que el proceso emocional se desencadena por la percepción de que se han producido cambios debidos a situaciones externas o internas, a su vez, estas situaciones son objeto de una primera valoración cognitiva -evaluación valorativa- que actúa como filtro descartando los hechos que tienen relevancia emocional de los que no lo tienen, esta discriminación de la situación se debe en parte a programas genéticos y en parte a la experiencia previa.
Como consecuencia de esta primera evaluación aparece la activación emocional que se compone de: la experiencia subjetiva, la expresión corporal, una tendencia a la acción o afrontamiento y cambios fisiológicos, los cuales son el soporte para la realización de todas las actividades mencionadas anteriormente (Lazarus, 1999). Sin embargo, estas respuestas están mediatizadas por el aprendizaje y la cultura, ya que controlan las manifestaciones y actúa sobre todos los elementos de la respuesta emociona,. ya sea en los autoinformes sesgados, en una expresión corporal controlada, en los estilos de afrontar las situaciones y en el control fisiológico.
Según Lazarus, esta valoración cognitiva es un proceso universal, mediante el cual las personas valoran constantemente la significación de lo que está ocurriendo, la misma sirve para entender el estrés. Ya que este mismo se origina a través de las relaciones particulares entre la persona y la situación, siendo está valorada por la persona como algo que excede sus propios recursos y que pone en peligro su bienestar personal.
Asimismo, Lazarus y Folkman (1986) sostienen que el estrés es un concepto general que comprende a la emoción, motivación y cognición, que el individuo le otorga a las interacciones que desbordan o exceden sus recursos. Una característica importante sobre el este son los acontecimientos vitales, los cuales dependen de la importancia que el individuo le dé al cambio o a su ausencia, en donde se pone en juego: su propia historia, de la etapa de la vida en la que se encuentre y del conjunto de circunstancias presentes.
Siguiendo con el ejemplo del estrés: Seyle (1976) lo definió “como una respuesta inespecífica del organismo en donde un agente desencadenante atenta contra la homeostasis del organismo”. Cox añade que el mismo se produce por un desequilibrio entre la percepción de la persona acerca de las demandas que le hace la situación y su capacidad para satisfacerla, y esta percepción de la desigualdad entre la demanda y su capacidad da como resultado el estrés. (Cox, 1978)
Estas definiciones dan lugar a considerar las diferentes repuestas y a su vez las diferentes formas que tiene los individuos de experimentarlo donde se ponen en juego la emoción, la motivación y la cognición del individuo ante un determinado suceso, siendo este un hecho o circunstancia de la vida de una persona capaz de alterar o modificar su salud psicofísica, es decir, que todo acontecimiento vital es una experiencia social, que ocurre en un momento determinado, que posee significación psicológica y que es percibido por la persona con cierta intensidad. (Casullo, 1998)
Según, Alvarado, Aranda y Medina (2002) los sucesos de vida son experiencias de cambio que le exigen a la persona un proceso de reajuste en las conductas para obtener una adecuada adaptación, es decir, que para que allá o no una respuesta al estrés desadaptativa que genere un malestar o distrés emocional, depende el tipo de evaluación que el sujeto realice.
Es decir, que estos cambios vitales pueden ser estresantes si son inesperados e incontrolables ya que son situaciones en las que no hay experiencias previas, estas situaciones nuevas son estresantes si existe una asociación previa con el daño, el peligro o el dominio –la novedad en sí misma puede convertirse en una amenaza-. Asimismo, es necesario tener en cuenta que estos acontecimientos no ocurren de forma aislada, sino que se dan dentro del contexto del ciclo vital de los individuos y en relación con otros acontecimientos, ya sean pasados, recientes o concurrentes.
Para poder comprender como actúan las emociones, LeDoux explica dos mecanismos de aprendizaje que el cerebro utiliza para crear recuerdos sobre las experiencias, el primer nivel de análisis de la situación se hace de manera no tan consiente y preorganizada, el cual se da en función de determinadas características de la situación y el segundo nivel de análisis de la significación se realiza con mayor nivel de conciencia y en función de la significación afectiva que tiene tal situación.
Además, plantea la existencia de dos vías neuronales de procesamiento para estos niveles, el primer nivel se da por la primer vía: implícita -amígdalas, hipotálamo- y el segundo nivel por la vía donde interviene la corteza, con mayor capacidad de análisis pero más lento.
Según, el autor, el mecanismo de la memoria implícita funciona fuera de la consciencia y controla la conducta sin el conocimiento explícito del aprendizaje pasado.
Ruiz Vargas en su texto cita Reber (1992) quien define al aprendizaje implícito como:
Un proceso de inducción por el que puede adquirirse información compleja y abstracta sobre cualquier ambiente estimular, independientemente de la conciencia de los sujetos sobre el proceso de adquisición o sobre el conocimiento recién adquirido. (p.96)
En este mecanismo amigdaloide la información va directamente desde el tálamo a la amígdala, sin pasar por la corteza cerebral, desde la amígdala se dispara las distintas reacciones corporales regidas por el sistema nervioso autónomo -parámetros de pulso, patrones de irrigación sanguínea, sudoración, activación de hormonas de estrés y de circuitos de neurotransmisores- (Burin, 2002). Dando lugar a la producción del recuerdo emocional ya que se refiere a los efectos de la vía indirecta, es decir, una emoción corporizada.
A diferencia del anterior, la memoria explicita o declarativa se caracteriza por ser accesible al recuerdo consciente ya que el conocimiento representado en sistemas es declarado –traído a la mente-, la misma incluye los hechos, episodios, relaciones, entre otros (Squire & Cohen, 1984).
Este mecanismo hipocámpico sigue el camino cortical, en donde la información va desde los centros de relevo a la corteza occipital y parietal -información viso-espacial-, a zonas temporales -información verbal- y parietales -información somática-, teniendo al hipocampo, como integrador del recuerdo, además de ser deposito de los nuevos recuerdos (Burin, 2002). Esta memoria depende del mecanismo del lóbulo temporal ya que las zonas de procesamiento sensorial de la corteza reciben información sobre los sucesos externos y crean representaciones perceptivas de los estímulos, a su vez, estas representaciones son enviadas directamente a las zonas corticales adyacentes que envían representaciones procesadas al hipocampo, donde se crean representaciones más complejas. Después, el hipocampo vuelve a comunicarse con las zonas adyacentes, que se comunican con el neocórtex (LeDoux, 1999).
Este mecanismo va a dar lugar al recuerdo de una emoción ya que se caracteriza por ser hechos de la experiencia que pueden expresarse verbalmente, debido a que depende del lóbulo temporal y no tiene consecuencias emocionales por sí solo.
Pero el recuerdo de una emoción no necesariamente va acompañado de una verdadera reacción emocional, puede suceder que los estímulos procesados implícitamente activen el núcleo amigdalino sin activar los recuerdos explícitos, esto puede deberse a que no se detecta el estímulo en sí o que no se detectan sus consecuencias. (Burin, 2002)
Es decir, que la evaluación afectiva de la emoción se articula en función de dos parámetros del estímulo: la novedad de la situación y el agrado intrínseco. En cambio, la evaluación de la significación se articula en función de: la valoración de la significación -relevancia: de los resultados si son esperado o no, de expectativa, de la tendencia, entre otros- y la valoración del afrontamiento -responsable o agente, motivo, potencial de respuesta o control, capacidad para modificar o cambiar las cosas y ajuste a las cosas que pasan- .
No obstante, esta activación emocional solo se da cuando hay antes un proceso de valoración cognitiva de la emoción.
En relación a las respuestas emocionales es necesario tener en cuenta que la experiencia subjetiva son todos los sentimientos y efectos que produce una emoción, en donde su principal temática es el placer o displacer, la expresión corporal es la comunicación no verbal que tiene sus efectos en la interacción social, el afrontamiento está relacionado con los cambios conductuales que produce la emoción y hace que la persona se prepare para la acción y por último el arousal, es decir, la activación fisiológica que se vincula con los cambios y alteraciones en el Sistema Nervioso Simpático, Sistema Nervioso Parasimpático y el Sistema Endocrino.
Por ejemplo, la ansiedad es una emoción secundaria que se caracteriza por ser un estado de agitación e inquietud carente de estímulos desencadenantes concretos que prepara al cuerpo para la acción. Es una desproporción entre el peligro y la respuesta, en donde un estímulo amenazante activa al sistema auditivo-visual que se encuentra en el tálamo, ya que es la primera estación de los sentidos, de ahí va a la amígdala -la misma es el núcleo del miedo-. Es decir, que podemos percibir una amenaza sin interpretarla porque va directamente al núcleo del miedo y desencadena todo el sistema del miedo, debido a que su función biológica es de defensa, ya que siempre va a pasar por la corteza porque es quien le va a dar un sentido a eso que siente. (Feldman, Meyer, & Quenzer, 1997)
También, se activan el Hipotálamo lateral que actúa sobre el sistema nervioso simpático mediado por la noradrenalina y por lo tanto produce dilatación de pupila, taquicardia, sudoración, porque se activan las partes del sistema que tienen que se relaciona con el miedo.
Retomando el ejemplo del estrés, este no solo provoca una respuesta psicológica, como se ha mencionado anteriormente, sino que también provoca una respuesta en el organismo, según Labrador (1993) la respuesta ante el estrés provoca la activación del eje neuronal, el eje neuroendocrino y el eje endocrino.
Walter Cannon (1929) agrega que el estrés al provocar una respuesta orgánica estimula al sistema nervioso simpático y la secreción de epinefrinas por las glándulas suprarrenales, logrando que el organismo se prepare para luchar ante la amenaza o huir de ella.
Asimismo, Seyle (1976) sostiene que el estrés rompe con la homeostasis del organismo, en base a esta teoría propone el concepto de “Síndrome General de Adaptación” el cual se caracteriza por ser una respuesta inesperada del organismo ante cualquier demanda del entorno, haciendo que la persona se encuentre más susceptible para contraer algún tipo de enfermedad.
Este síndrome se manifiesta en diferentes etapas, la etapa inicial es de alerta, la cual tiene dos reacciones: la primera es la fase de shock –representando el efecto inicial e inmediato del agente nocivo sobre los tejidos- y la segunda fase es la de contrashock -en donde hay una dilatación del córtex adrenal y un aumento de las secreciones córticoadrenales, las cuales producen elevación de la presión arterial y la temperatura corporal-.
Luego, aparece la etapa de resistencia, que se caracteriza por un aumento de la resistencia al agente estresante y por una disminución de la resistencia ofrecida a otros estímulos. En esta fase hay una triada de reacciones: hipertrofia adrenal, contracción del timo y reducción asociada de linfocitos y de úlceras gástricas. Por último, aparece el agotamiento y muchos de los síntomas de la fase de alarma aparecen de nuevo, esta fase puede producir enfermedades de adaptación tales como el shock anafiláctico, la artritis, entre otros.
Por ejemplo, supongamos que una mujer embarazada de 34 semanas ha estado expuesta a un acontecimiento traumático que altera su salud psicofísica –como por ejemplo: la pérdida de un ser querido-. Considerando que el proceso de la maternidad es un fenómeno psico-biológico que representa una crisis vital y evolutiva, y como tal reactiva los problemas del pasado y potencia los problemas del presente (Oiberman, 2005). Podemos inferir que esta madre podría tener un alto riesgo de que se desencadene un parto prematuro, ya que este recuerdo emocional puede dar lugar a distintas reacciones fisiológicas.
Diversas investigaciones han comprobado que el órgano central sobre el que actúa el estrés durante el embarazo es el útero, debido a que los estrógenos gobiernan la actividad parasimpática -acetilcolina- mientras que la progesterona influye indirectamente la actividad simpática -catecolaminas-. (Talge, Neal y Glover , 2007; Van den Bergh, Mulder, Mennesa y Gloverd, 2005).
Oiberman, en su libro nacer y después, cita a Salvatierra (1998), quien explica, de forma concisa, cómo actúa la influencia de los factores psicosociales en el embarazo y el parto:
El mecanismo contráctil básico depende de la acetilcolina mientras que la actividad simpática refuerza los mecanismos de expulsión para liberar el útero de su contenido (dilatación). La acetilcolina causa vasodilatación, mientras que la noradrenalina produce vasoconstricción, y la adrenalina –epinefrina- tiene ambas acciones, dependiendo del tipo de receptores y de las condiciones hormonales. El flujo adecuado de sangre se mantiene mientras hay un equilibrio entre el simpático -catecolamina- y el parasimpático –acetilcolina- (…) la ansiedad aumenta la adrenalina mientras que la tensión se asocia con descarga de noradrenalina. (p.102)
Aunque no siempre los sucesos de vida en el embarazo van a producir niveles de estrés incontrolables; ya que, como se menciono anteriormente, el estrés es el resultado del significado atribuido a esos sucesos y de la forma como los mismos se evalúan.
El ejemplo anterior, demostró cómo actúa el estrés en la memoria implícita y explicita, ya que cuando se atraviesa una situación emocional desagradable e inesperada, primero se activan todos los tipos de mecanismo físicos, incluyendo el sistema nervioso autónomo, haciendo que se segregue adrenalina que a su vez entra en el flujo sanguíneo, y así interviene en el cerebro reforzando los recuerdos que se están creando en el lóbulo temporal.
Proceso emocional desde la perspectiva cognitiva