La DHEA es una hormona que se produce en las glándulas adrenales, así como en gónadas (Ruta 17). Es el precursor de todas las hormonas esteroides corporales naturales y puede influir notablemente en la salud.
La DHEA, o su conjugado DHEAS, constituyen el producto de secreción esteroídico más elevado de la glándula adrenal. Las concentraciones plasmáticas de DHEAS son entre 300-500 veces más alta que la propia concentración de DHEA y ésta a su vez, presenta una concentración de 10 a 20 veces más alta que cualquier otro esteroide hormonal. La DHEA es una sustancia con un débil efecto androgénico y su concentración viene sometida a una clara variación circadiana. Por su parte, la DHEAS está estimulada por la corticotropina (ACTH) y su presencia a la estimulación disminuye a medida que avanza la edad de una manera progresiva presentando un pico a los 25 años de edad aproximadamente para tener un enorme descenso hacia los 70 años (Orentreich y cols.,1992).
A pesar de la abundancia de DHEA y DHEAS, su papel fisiológico todavía no ha sido esclarecido. Su papel estrogénico o androgénico depende del balance homeostático en la secreción de hormonas sexuales. La DHEA y su metabolito 5-androstona-3beta,17beta-diol (ADIOL) tienen un efecto androgénico y estrogénico en el tejido miometrial y en las células de cáncer de mama (Ebeling y Koivisto, 1994). En estas células el ADIOL es 500 veces más potente como inhibidor estrogénico que la DHEA. Los efectos estrogénicos del ADIOL se observan en concentraciones fisiológicas en las células cancerígenas del pecho (Goodyer y cols., en prensa, Hedman y cols., 1992), en la mujer el 100% y en el hombre el 60% el ADIOL deriva de la DHEA (Eich y cols., 1993). En las mujeres postmenopáusicas, la administración de DHEA es fuertemente androgénica amenazando o compitiendo con las hormonas sexuales en su enlace con la globulina y proporciona testosterona libre.
Según Ebeling y Koivisto, la DHEA funciona tanto como un estrógeno como andrógeno, y la diferencia en sus efectos depende de la concentración hormonal del medio. Así en una mujer premenopáusica hay una alta concentración de estrógenos que contrarrestan el efecto androgénico de la DHEA, sin embargo en la mujer postmenopáusica al disminuir la concentración de estrógenos la DHEA revierte su efecto y funciona como un estrógeno evitando el efecto del nuevo medio hormonal de predominio androgénico, momento en el que la DHEA actúa como un estrógeno y entre otras tendría como consecuencia la protección de la patología cardiovascular.
Estos autores proponen que el enigma del papel de la DHEA y DHEAS en la obesidad abdominal, en la resistencia a la insulina, en las enfermedades cardiovasculares o en algunas formas de cáncer de mama, pueden ser parcialmente explicadas por su acción dual, es decir, como un estrógeno o como un andrógeno
La DHEA y el papel fisiológico que juega en el cuerpo, pueden constituir uno de los más importantes avances en la atención de los problemas ligados al envejecimiento y a la propia longevidad. Algunos autores que han administrado DHEA, tanto a hombres como a mujeres, nos ofrecen una consecuencia de mejoría sobre los sentimientos de bienestar, sobre la capacidad física y energía, y en algunos casos incluso, informan sobre el aumento en la libido sexual. A medida que envejecemos la cantidad de DHEA producida por el cuerpo decae. Las personas mayores muestran, a menudo, niveles de DHEA reducidos hasta el 90%. A causa de esto, distintos científicos e investigadores consideran la DHEA como una potente sustancia para combatir los efectos degenerativos del envejecimiento y, posiblemente, para incrementar la esperanza de vida.
La DHEA circula en la sangre en una concentración diez veces superior a la del cortisol, sin embargo su evolución ontogenética es muy diferente a la de éste; así, la concentración de DEAHS en sangre alcanza su pico máximo aproximadamente a los 20 años para ir decreciendo posteriormente de una manera moderada y a partir de los 50 de manera más intensa presentando una concentración cada vez más pequeña (Orentreich y cols.,1992). Últimamente ha resurgido su interés cuando se ha correlacionado su disminución con las patologías involutivas y, en particular, con la apoplejía y la cardiopatía isquémica (Barrett-Connor y Elstein, 1994), así como con los cambios en la cantidad y distribución del tejido graso corporal (Williams y cols.,1993), con la diabetes no insulino-dependientes e incluso en algunas formas de cáncer (Ebeling y Koivisto, 1994).
Son significativas las considerables diferencias que ofrece la velocidad de declinar en la DHEAS, lo que se puede interpretar como un rasgo genético (Orentreich y cols.,1992).
Es importante tener en cuenta que la relación entre sujetos y la concentración de DHEAS puede tener también la lectura de que la concentración de DHEAS disminuye con la enfermedad, como se ha observado en la artritis reumatoide y en distintas formas de estrés (Goodyer, y cols., en prensa; Hedman y cols., 1992).
Hay pues que separar los efectos de la edad de los de una enfermedad aguda o crónica, puesto que podría ser que las concentraciones de DHEAS tuvieran una posible aplicación preventiva y/o de pronóstico y, sobre todo, en situar el punto de inflexión de la salud en relación con la edad.
La DHEA se ha visto como un posible tratamiento para la enfermedad de Alzheimer (EA) ya que tiene un posible efecto reductor del deterioro cognitivo estrechamente relacionado con la reducción de la actividad colinérgica y con la disminución de la actividad funcional de córtex cerebral y en especial de los lóbulos frontal y temporal. Deterioro que conlleva la disminución de la acción inhibitoria que el propio córtex realiza sobre las estructuras subcorticales de suerte que el deterioro frontal libera a los núcleos reticulares subcorticales de la modulación inhibitoria cortical vía núcleos de relevo talámicos, especialmente los núcleos geniculados, lo que inmediatamente se traduce en dificultades de atención, orientación y memoria.
Por tanto, si aumentamos la capacidad funcional del córtex, sin una actuación específica sobre la actividad colinérgica, estamos de alguna forma potenciando el papel de la actividad excitatoria esencialmente vía glutámico y esta condición podría ser muy bien el paliativo de las consecuencias sintomatológicas que anteriormente reseñábamos en un paciente con la EA.
De la misma manera, podemos asumir también la disminución de las inhibiciones corticales debidas al deterioro de la capacidad cognitiva de un enfermo de EA sobre otras estructuras como pueden ser los núcleos hipotalámicos lateral y medial, que inmediatamente generarán las manifestaciones de impulsividad, agresividad y descontrol, como características típicamente asociadas a las propias manifestaciones de la EA.
Algunos trabajos ponen de manifiesto el papel protector de la DHEAS en otras patologías:
Algunos investigadores están muy interesados en la posible capacidad de la DHEA para incrementar la actividad enzimática y quemar grasas, lo que tendría unos potenciales beneficios en la salud cardiovascular. Incluso, otros investigadores llegan a plantear que los consumidores de DHEA podrían beneficiarse de un cierto efecto rejuvenecedor.