Colaboración de:
Catedrático Emérito de Psiquiatría y Psicología Médica,
Universidad Complutense de Madrid.
Profesor Honorario de la Universidad Autónoma de Madrid
Académico de la Real Academia Nacional de Medicina
Colaborador de la Cátedra Fundación Cultural Forum
Filatélico de "Psicobiología y Discapacidad".
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Los enfermos depresivos muestran unos síntomas muy distintos de unos a otros. La totalidad de los rasgos semiológicos depresivos integran un conjunto amplio, disperso y heterogéneo, que en la edad infantojuvenil acoge incluso comportamientos activos, en apariencia contradictorios con la lógica de la depresión, adoptando así una tonalidad abigarrada.
Por razones clínicas, investigatorias y didácticas resulta preciso efectuar una ordenación sistemática de la sintomatología depresiva. Esta ineludible exigencia ha venido siendo afrontada por la psicopatología descriptiva clásica mediante la distribución de los síntomas en tres casilleros: los afectivos, los psicomotores y los del pensamiento. Tal distribución tripartita se centraba en realidad en distinguir los trastornos subjetivos (los de la afectividad y los del pensamiento) y los objetivos (la inhibición psicomotora). Con esta distribución se rompía la unidad esencial del fenómeno psíquico, siempre integrada a la vez por un aspecto subjetivo y otro objetivo. Así, por ejemplo, la expresión externa del llanto y la aflicción interior son partes del mismo fenómeno. Además, por esta vía quedaba sin clasificar aproximadamente el 50 por ciento de los síntomas depresivos.
Con arreglo a nuestro modelo estructural de depresión que distingue cuatro dimensiones, es posible efectuar una ordenación jerárquica de la totalidad de los síntomas y signos depresivos, psíquicos y corporales. Absolutamente todos los rasgos propios de cualquier enfermo depresivo corresponden a una de estos cuatro apartados: Humor depresivo, anergia (debilitación de los impulsos), discomunicación o ritmopatía (disregulación de los ritmos). La desvitalización del enfermo depresivo puede llevar a conexionarle con la muerte en los cuatro sectores con una forma diversa: en el humor depresivo mediante la imagen de la muerte; en la anergia a través de la inmovilidad; en la discomunicación, por el aislamiento, y en la ritmopatía, por la anarquía funcional.
Advirtamos ya desde ahora que en la práctica los cuadros depresivos pueden ser completos, abarcando rasgos de las cuatro dimensiones, o parciales, limitándose a los rasgos de una, dos o tres dimensiones. Lo que no existe en la depresión es ningún dato clínico constante. Por todo ello, para el entendimiento del enfermo depresivo resulta imprescindible conocer lo que son el humor depresivo, la anergia, la discomunicación y la ritmopatía.