Colaboración de:
Catedrático Emérito de Psiquiatría y Psicología Médica,
Universidad Complutense de Madrid.
Profesor Honorario de la Universidad Autónoma de Madrid
Académico de la Real Academia Nacional de Medicina
Colaborador de la Cátedra Fundación Cultural Forum
Filatélico de "Psicobiología y Discapacidad".
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Se define la anergia como la debilitación de los impulsos. Son los impulsos como los latidos de la vida. La ausencia de este principio vital que son los impulsos conduce en su forma extrema a la inmovilidad, una figura mortal. Pero la mayor parte de las veces queda detenida esta debilitación en la falta de fuerzas y en el cansancio de la vida, no el cansancio de su vida (Figura 5).
La debilitación de las energías o los impulsos se distribuye en estos tres grados: el nivel más ligero consiste en una falta de estimulaciones internas, o sea una ausencia o deficiencia de las motivaciones y los intereses, lo que suscita en el sujeto la sensación de apatía, hastío o aburrimiento (boredom, en inglés o Langeweile, en alemán), y de aquí que algunos depresivos ligeros capacitados para analizar sus experiencias refieren que sufren por sentirse apáticos o aburridos y no porque les agobie la desesperanza, la amargura o la tristeza. El nivel intermedio se refleja en una falta de reactividad a los estímulos externos, o sea una insensibilidad, fenómeno vivido por el sujeto como una sensación de vacío interior, que puede llegar a ser un embotamiento o una anestesia psíquica o afectiva, dato que al ser mucho más doloroso que el aburrimiento fue captado antaño como el elemento primordial de un estado depresivo sumamente mortificante, denominado melancolía anestésica. En este grado de anergia, más intenso, se produce tal inhibición psíquica global que el enfermo llega a sentirse petrificado o paralizado, como si estuviera casi muerto o inmerso en la nada, elemento característico de la llamada melancolía nihilista.
Es lógico que la anergia afecte selectivamente a la facultad psíquica más energética de todas: la concentración de la atención. Al no poder prestar atención a los hechos tampoco se les puede recordar. De aquí que muchos enfermos depresivos esgriman quejas sobre la pérdida de memoria para las cosas recientes sin apercibirse de que el déficit se encuentra en su atención y no en su memoria.
El vaciamiento psíquico puede reflejarse también en la afectividad, en forma de una sensación mortificante de que los sentimientos se han vuelto débiles o apagados o, lo que es todavía más doloroso, de incapacidad para sentir. Hay enfermos que se desesperan por no poder sentir tristeza ni siquiera ante los acontecimientos infortunados de la vida.
La voluntad anérgica está marcada por la dificultad de tomar decisiones. La falta de energía para inclinarse por una de las motivaciones presentes conduce a dejarse dominar por las dudas y las vacilaciones.
El pensamiento desprovisto de energía suficiente adquiere una forma oscura, estrecha, lenta y reiterativa, conduciendo a veces a la aparición de fenómenos obsesivos o al pensamiento en círculo o rumiante. La escasez de ideas, ocurrencias y fantasías equivale a cortar la fuente de la creatividad. Los enfermos se quejan de tener en la cabeza como un velo que les impide tomar contacto consigo mismos y de que no se les ocurre nada.
En la esfera somática la anergia se refleja en alteraciones diversas: fatiga, inhibición sexual, vagotonía, disminución de las secreciones y signos de envejecimiento.
La forma de fatiga más frecuente es la que dimana de la anergia. Y, sin embargo, en muchos estudios amplios sobre la fatiga crónica no se incluye entre sus causas a la enfermedad depresiva. El cansancio depresivo puede aparecer como adinamia (falta de ganas de moverse) o de astenia (fatiga precoz). Algunas veces se acompaña la fatiga depresiva de dolores musculares acentuados con los movimientos. El síndrome integrado por la fatiga crónica y la fibromialgia (mialgia significa dolor muscular) corresponde muchas veces a un estado depresivo.
La inhibición sexual se genera a causa de la falta de deseos y de una capacidad suficiente. En consecuencia, se reduce o anula la actividad sexual y/o aparecen signos de disfunción sexual, tales como impotencia en los hombres y frigidez en las mujeres. La inclusión de la disfunción sexual en la anergia se justifica porque esta actividad tiene un condicionamiento energético fundamental -no olvidemos que la libido se suele definir como la energía psíquica subconsciente, aunque su desarrollo se produce en forma de una actividad periódica o rítmica.
El predominio del sistema vago o parasimpático es aquí frecuente por constituir el sistema ahorrador de energías, por cuyo motivo se le denomina también sistema trofotropo. La vagotonía se traduce ante todo en trastornos gastrointestinales (náuseas; vómitos acuosos, estreñimiento espasmódico, descargas diarreicas), y en un plano secundario en polaquiuria (micción frecuente) y rara vez mediante bradicardia (pulso lento) e hipertensión arterial.
En la serie de la disminución de las secreciones sobresale la falta de lagrimeo y sobre todo la sequedad de boca. La reducción del flujo de saliva es uno de los signos anérgicos más constantes. Los aparentes signos de envejecimiento precoz como la caída del pelo de cabeza, la disminución del vello corporal en los hombres, el agrietamiento de las uñas y la multiplicación de las arrugas de la piel toman algunas veces, de un modo aislado o global, una posición destacada en el cuadro clínico. La relación de la pérdida del cabello con la anergia o falta de fuerzas ha quedado plasmada simbólicamente en la peripecia Dalila/Sansón.
El empobrecimiento impulsivo, emocional, ideativo y volitivo al que nos hemos referido, se traduce en el descenso de la actividad ocupacional del sujeto. Se sostienen más tiempo las actividades ceñidas al cumplimiento de un papel familiar o laboral o un programa preestablecido que los actos que requieren mayor iniciativa personal o el esfuerzo de tomar decisiones, como ocurre en el comportamiento del ocio o durante el tiempo libre. La tendencia a recluirse en la cama o en un sofá conduce a guardar un reposo permanente a no raros depresivos anérgicos. La reclusión en la cama indefinida, trastorno denominado clinomanía, ocupa el período terminal de algunos depresivos no tratados.
Todos los movimientos se vuelven lentos, emparejados con una voz débil y apagada y una palabra suave, lenta y parsimoniosa. Tal inhibición psicomotora puede llegar a plasmarse en un estado de estupor, ocasionado por la supresión de los movimientos espontáneos. El índice de movilidad es válido para evaluar el grado de la anergia.
La postura predilecta del anérgico abandonado a sí mismo es la de mantenerse sentado o inmóvil, con el tronco abatido y la cabeza inclinada hacia abajo y sostenida por una mano en la frente, la mejilla o el mentón. Algunos famosos pintores, como La Tour, Lagrenée, Géricault y Durero han utilizado esta pose corporal para representar la figura de la melancolía. La famosa escultura de Rodin conocida como El pensador, desmiente su título, ya que corresponde más a un depresivo replegado en sí mismo que a un sujeto meditativo. En las culturas tradicionales la tendencia a adoptar o mantener esta postura constituye un dato básico para el diagnóstico de la depresión.