Colaboración de:
Catedrático Emérito de Psiquiatría y Psicología Médica,
Universidad Complutense de Madrid.
Profesor Honorario de la Universidad Autónoma de Madrid
Académico de la Real Academia Nacional de Medicina
Colaborador de la Cátedra Fundación Cultural Forum
Filatélico de "Psicobiología y Discapacidad".
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La depresión neurótica se distingue por surgir en el terreno de la neurosis asintomática o carácter neurótico, la neurosis de angustia o la neurosis fóbica. El carácter neurótico se define por la pareja formada por la hipersensibilidad a los estímulos ambientales en unión de la inhibición social y la inseguridad de sí mismo acompañada de timidez en especial hacia las personas del otro sexo. En la neurosis de ansiedad prevalece la vivencia amenazadora de locura o muerte, acompañada de un amplio cortejo de molestias somáticas diversas y una actitud hipocondríaca que lleva al sujeto a estar continuamente pendiente del funcionamiento de su organismo. La sensación de inestabilidad o vértigo; al tomar una especial intensidad en la calle, genera entre los neuróticos la agorafobia, la fobia al gran espacio sin límites y vacío, o simplemente a la calle, que es la fobia neurótica más extendida y representativa.
Pues bien, sobre el terreno constituido por estos síntomas que acabamos de resumir, adscritos al carácter neurótico, a la neurosis de angustia y/o la neurosis fóbica, hace irrupción la depresión condicionada por estos factores neuróticos. La asociación de rasgos neuróticos y depresivos se atiene a una cronología muy definida: en tanto que los rasgos neuróticos se remontan muchos años atrás, habiéndose iniciado generalmente en la infancia o en la adolescencia, el estado depresivo suele surgir después de los veinte años, aunque no es imposible que también se remonte a la infancia formando entonces ya desde mucho tiempo atrás un cuadro mixto neurótico-depresivo. La tarea de distinguir un cuadro neurótico puro de una neurosis complicada con la depresión no representa una tarea fácil, toda vez que el cuadro depresivo de esta estirpe no suele pasar de un grado ligero o moderado y con una extensión casi siempre incompleta, abarcando a la sumo tres dimensiones. Precisamente, la dimensión sintomatológica más ausente en la depresión neurótica es la discomunicación, cuya sintomatología alcanza con frecuencia el máximo relieve externo, o sea que es la más fácilmente percibida por otras personas. Dada esta ausencia, la depresión neurótica permanece muchas veces oculta en el cuadro sintomático de la neurosis. Los datos más importantes para sospechar que un cuadro neurótico se ha complicado con la irrupción de un episodio depresivo se distribuyen así: los autorreproches y el deseo de morir o el intento suicida, como elementos del humor depresivo; la astenia y el desinterés sexual, como datos anérgicos; y el empeoramiento por las mañanas y la fijación en el pasado, como signos ritmopáticos. Puede ser revelador a este respecto sobre todo el cambio de actitud ante la muerte: en tanto que el neurótico puro experimenta un verdadero terror a los riesgos que amenazan su vida, un amplio sector de depresivos neuróticos comienza su andadura inclinándose hacia el deseo ambiguo o ambivalente de que les llegue la muerte, inclinación que incluso puede llegar a plasmarse en una conducta suicida.
Ante cualquier enfermo neurótico que inicie un cambio de actitud ante la muerte, de modo que ésta deje de ser un objeto de rechazo y una fuente de temor para convertirse en un objeto de pensamiento más o menos habitual o un deseo, hay que sospechar inmediatamente la irrupción de un estado depresivo. En algunos trabajos publicados en Estados Unidos se sigue considerando la presentación de la conducta suicida en el marco del trastorno de pánico (equivalente a los estados de ansiedad) como «un fenómeno contradictorio». Llama la atención esta consideración cuando semejante tendencia constituye un fenómeno que guarda un nexo lógico con el contexto depresivo de la desesperanza y la amargura, casi como si fuera un suicidio anunciado.
La evolución de la depresión neurótica se perfila en la línea de un estacionamiento crónico, en forma de un cuadro uni, bi o tridimensional, en el que la sintomatología más ausente es la correspondiente a la capacidad de sintonización o comunicación. Esta modalidad de depresión suave y crónica había sido enjuiciada antaño como un carácter depresivo y en los últimos tiempos ha sido conceptuada en Estados Unidos como una distimia (del griego, humor alterado), denominación muy poco afortunada dado su significado etimológico tan inespecífico.
Suele describirse el trastorno distímico en Estados Unidos como una especie de «depresión menor», que afecta entre un 3 y un 6 por ciento de los americanos adultos y que -como era esperabIe dada su verdadera índole depresiva- «responde drarnáticamente a la medicación antidepresiva», aunque haya que respaldar después este tratamiento con la psicoterapia adecuada. Yo mismo he llegado a análoga experiencia terapéutica por una vía conceptual totalmente distinta: la de ver a estos enfermos como el producto de una asociación de neurosis y depresión. Por otra parte, su identificación como una «depresión menor» como si fuera el grado de depresión contrapuesto a la «depresión mayor», prescindiendo así de captar los elementos cualitativos neuróticos primordiales, representa desde mi punto de vista enmascarar la comprensión del enfermo depresivo neurótico con un impreciso dato matemático.
Es frecuente que la evolución crónica del depresivo neurótico tome una marcha espontánea indefinida, sin grandes interrupciones, hasta que acaece el final de la vida. Semejante trayectoria evolutiva está abierta a un cambio radical a cualquier edad mediante la aplicación del tratamiento adecuado, para lo cual se precisa abandonar la idea de tener al enfermo por un «distímico» para comprenderlo como lo que realmente es (un enfermo neurótico y depresivo).