Está aquí: Inicio El proyecto Nivel 4 - Patologías 1.7.03. Síntomas dependientes de la cultura, la edad y el sexo
Como en todos los trastornos, en la valoración de la personalidad se debe tener en cuenta los antecedentes étnicos, culturales y sociales del sujeto; ya que no se debe confundir un trastorno de personalidad con una serie de problema asociados a la adaptación a una cultura diferente; o con la expresión de hábitos, costumbres o valores religiosos o políticos que le son propios al sujeto por su cultura de origen. Por ello, volvemos a incidir en la importancia para el clínico de obtener información de personas externas que conozcan el entorno cultural del sujeto.
Hay que hacer notar que los trastorno de la personalidad en la niñez o adolescencia son poco comunes o muy raros; si bien dichos trastornos de la personalidad que aparecen en la niñez, a menudo, no persisten de la misma forma en la edad adulta. Para diagnosticar un trastorno de personalidad en un individuo de menos de 18 años, las características deben haber estado presentes durante, al menos, 1 año. Sin embargo existe una excepción, esto es, el único trastorno que no se puede diagnosticar antes de los 18 años es el trastorno antisocial de la personalidad.
Aunque por definición, un trastorno de la personalidad requiere un inicio no posterior al principio de la edad adulta, puede suceder que los sujetos no sean objeto de atención clínica hasta una edad más avanzada. Sin embargo, la aparición de un cambio de personalidad en la edad media de la vida exige una evaluación completa por si se debiera a una enfermedad médica o a un trastorno relacionado con sustancias.
Algunos trastornos de personalidad se dan más frecuentemente en hombres (por ejemplo el trastorno antisocial) y otros en mujeres (el trastorno por dependencia); sin embargo, los clínicos han de tener cuidado de procurar no sobrediagnosticar ciertos trastornos y no caer así en la influencia de los estereotipos sociales.