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Para diagnosticar un trastorno del sueño es importante prestar atención a aquellos indicadores que pueden ofrecer y tener una correlación clínica-biológica con los cambios homeostáticos comprometiendo a los sistemas: endocrino, inmunológico y nervioso, en un acercamiento al modelo biopsicosocial de Engel (1977). Por ello, es necesario:

La Historia clínica:  con evaluación de las características y calidad subjetiva del dormir. Los puntos más importantes en una buena historia del sueño, son:

  Momento cronológico y contextual de inicio del problema.

  Historia psicopatológica personal: estilo y hábitos de vida y sustancias y fármacos que ha consumido o consume.

  Problemas psicológicos, respiratorios o somáticos asociados.

Bioquímica de la sangre:  chequeando análisis de rutina, para hacer diagnóstico diferencial, y evaluación con niveles hormonales según sexo, edad y síntomas del paciente según corresponda.

Autorregistros y cuestionarios:  para saber la regularidad de los síntomas, son importantes los autorresgistros, llamados también diarios de sueño, realizados por las mañanas, después de levantarse. Constarán de las siguientes variables: hora de acostarse y levantarse, latencia del sueño, despertares nocturnos (causa), estado emocional al acostarse y levantarse. Pueden emplearse cuestionarios de sueño como:

- Sleep Questionnaire and Assessment of Wakefulness (SQAW) de Miles (1979), versión española de Domínguez y Baker (1993).

- La somnolencia diurna es posible de evaluar mediante autoinformes como la Escala de Somnolencia de Stanford de Hodges (1972), o la Lista de Adjetivos de Activación-Desactivación de Thager (1967).

- Para evaluar los trastornos no orgánicos del sueño existe el COS o Cuestionario Oviedo de Calidad del Sueño de Bobes (2000). Es una breve entrevista semiestructurada de ayuda diagnóstica para los trastornos del sueño del tipo insomnio e hipersomnia según los criterios diagnósticos DSM-IV y CIE-10.

Pruebas psicofisiológicas:  Hans Berger en el año 1930, inicia la exploración del encéfalo, registrando la actividad bioeléctrica de las neuronas midiendo sobre el cuello cabelludo. En realidad, fue una técnica creada fundamentalmente para el estudio de la epilepsia, generalizándose con posterioridad al resto de las enfermedades cerebrales, al campo de la psiquiatría y de la medicina interna. Las características del EEG, durante el ciclo vigilia-sueño, son:

  Estado de vigilia en alerta: el EEG se ve desincronizado, con potenciales de baja amplitud.

  Estado de vigilia relajada (ojos cerrados): en el EEG aparecen ondas alfa sobre regiones posteriores y beta sobre las regiones rolándicas.

  Sueño

A. Fases NMOR o NREM

En el estadio 1 NMOR se produce la transición de la vigilia al sueño y constituye un 5 % del tiempo total de sueño en los adultos sanos. En el EEG se observa que disminuye la activación cerebral y la cantidad de ritmo alfa, abunda el ritmo theta, sobre el que se inscriben puntas de vértice (Fig. 1).

Figura 1:  Fase I del sueño (NMOR) (López-Ibor y cols., 2000)
Figura 1: Fase I del sueño (NMOR) (López-Ibor y cols., 2000)

 

 El estadio 2 NMOR, marca el comienzo de sueño real. El EEG se caracteriza por ondas electroencefalográficas específicas, los husos del sueño (ondas sinusoidales de 12 a 14 Hz y baja amplitud) y complejos K y puntas de vértice. Constituye un 50% del tiempo de sueño.


El estadio 3 y 4 NMOR son también conocidos como sueño de ondas lentas. En el estadio 3 NMOR la actividad delta ocupa el 20-50% del registro, y se establece un EEG hipersincronizado.

En el estadio 4 NMOR la actividad es hipersincrónica en todas las regiones encefálicas y muestra un amplio ritmo delta que llega a ocupar más del 50% del registro (fig. 2).

Figura 2:  Fase IV del sueño (NMOR) (López-Ibor y cols., 2000)
Figura 2: Fase IV del sueño (NMOR) (López-Ibor y cols., 2000)

 

 B.- Sueño con movimientos oculares rápidos (MOR o REM).


El EEG vuelve a presentar bajo voltaje con un patrón similar a la fase 1, observándose ondas en diente de sierra en regiones centroparietales (Fig. 3)

Figura 3:  Fase MOR (López-Ibor y cols., 2000)
Figura 3: Fase MOR (López-Ibor y cols., 2000)

 

 Arquitectura del sueño


La estructura del sueño no es siempre igual, las fases no comienzan a la misma hora y existen diferencias individuales entre los sujetos. Sin embargo existe lo que se denomina la arquitectura del sueño se refiere al número y a la distribución de estadios de sueño específicos, es decir, las fases de sueño presentan una organización temporal a lo largo de la noche.

Los estadios 3 y 4 NMOR tienden a aparecer desde el primer tercio hasta la mitad de la noche y aumentan su duración en respuesta a la deprivación de sueño. El sueño MOR aparece de un modo cíclico a lo largo de la noche, alternándose con el sueño NMOR cada 80-100 min. Los períodos de sueño MOR aumentan su duración al amanecer (fig.4).

Figura 4:  Arquitectura del sueño (López-Ibor y cols., 2000)
Figura 4: Arquitectura del sueño (López-Ibor y cols., 2000)

 

  El sueño humano también varía de un modo característico a lo largo de la vida. Después de observarse una estabilidad relativa en la niñez y las primeras etapas de la adolescencia en cuanto a la presencia de sueño de ondas lentas, la continuidad y la profundidad del sueño van deteriorándose a lo largo de la vida adulta. Este deterioro se refleja en un aumento de la vigilia y del estadio 1 del sueño y en una disminución de las fases 3 y 4.