Hasta fechas bastante recientes se empleó el concepto de demencia arteriosclerótica para la mayoría de los cuadros de deterioro cognitivo en ancianos, ya que existía la errónea idea de que la degeneración arteriosclerótica originaba una disminución global del flujo sanguíneo cerebral por medio de un estrechamiento de las arterias.
Esta “insuficiencia vascular cerebral” privaría a las neuronas de un aporte sanguíneo adecuado, dando lugar al cuadro clínico de demencia.
En las últimas dos décadas se ha comprobado que sólo el 20% de las demencias son de origen vascular y su causa no es la arterosclerosis sino las lesiones cerebrales isquémicas (infartos cerebrales) proponiéndose el término de demencia multiinfarto.
Actualmente se ha optado por el término de demencia vascular (DV), tratando de agrupar en un concepto más amplio todas las demencias cuyo origen esté en procesos cerebrales isquémicos o hemorrágicos. Se denomina, entonces, demencia vascular, a una entidad que engloba todos aquellos síndromes que cursan con deterioro global de funciones cognitivas superiores secundarias a lesión parenquimatosa cerebral de etiología vascular.