La terapia electroconvulsiva (TEC) es un procedimiento ampliamente utilizado en la psiquiatría moderna como tratamiento de diversas enfermedades psiquiátricas. Más de 50 años después de su introducción por Cerletti, la técnica de la TEC ha evolucionado notablemente.
Hoy el tratamiento se realiza bajo un breve control anestésico, con miorrelajación, ventilación artificial y mediante uso de la estimulación eléctrica con aparatos computadorizados modulares que monitorizan electroencefalográficamente la ligera convulsión inducida por una onda de pulsos breves. De esta manera se ha logrado precisar una mínima intensidad en la estimulación eléctrica con una disminución de los efectos secundarios cognitivos y una reducción drástica de las complicaciones asociadas al tratamiento.
Más allá de las controversias, sigue siendo uno de los principales tratamientos disponibles y utilizados en psiquiatría para las enfermedades mentales graves. Muchos pacientes han mejorado o aliviado su enfermedad o, incluso, su trastorno ha remitido con esta terapéutica. Sin embargo también otros muchos afectos de enfermedades mentales resistentes a otros tratamientos no han sido tratados con TEC a pesar de su alto grado de seguridad y predictibilidad. Esta inhibición terapéutica es, todavía, debida a un estigma que parte de creencias acerca de este tratamiento.
La principal indicación de la TEC es la depresión, particularmente en las formas psicóticas o melancólicas, donde esta técnica alcanza mayor efectividad y rapidez que los tratamientos farmacológicos, los cuales, en ocasiones pueden tener mayor número de efectos secundarios y contraindicaciones. Otras formas de depresión donde está indicada son aquélla refractaria a la medicación, la depresión estuporosa, la depresión suicida y la acompañada de rechazo a comer o beber. Así mismo, también se ha considerado eficaz en el tratamiento de la manía y de la esquizofrenia, aunque en estos casos su indicación suele reservarse a pacientes resistentes a la medicación. Estudios prospectivos han mostrado una eficacia similar o superior a la farmacoterapia en la manía, por lo que teniendo en cuenta que más del 30% de estos pacientes responden escasamente a la terapéutica farmacológica, la TEC debe ser considerada como una opción. También debe serlo en mujeres con manía o depresión embarazadas que no pueden tomar fármacos específicos por su estado gestante.
Actualmente se considera que no existen contraindicaciones absolutas para la TEC, aunque sí situaciones de riesgo relativo, de manera que la indicación para el tratamiento debe basarse en una cuidadosa valoración del grado de riesgo o del riesgo sustancial que comporte la intervención y el cociente riesgo/beneficio en función de la enfermedad existente. La situación del paciente (sobre todo la gravedad y duración de su proceso), la amenaza para la vida que represente el trastorno, la respuesta a otras terapias o a TEC previamente, los efectos adversos o contraindicaciones de otros tratamientos y el peligro de la abstención terapéutica determinan el riesgo relativo del paciente. Los pacientes de alto riesgo médico y psiquiátrico son los que precisamente más beneficios suelen recibir de la TEC.
En cuanto a los efectos secundarios, el más destacado es la presencia de un período de confusión inmediatamente posterior a las convulsiones, acompañado de una amnesia anterógrada y retrógrada que permanece durante todo el tratamiento. Las alteraciones neuropsicológicas de La TEC configuran un patrón bien definido. En general, se observa un período variable de desorientación que sigue inmediatamente a las convulsiones. Después del estado confusional, se observa una alteración de la memoria retrógrada y amnesia anterógrada. La desorientación aguda y los defectos mnésicos son sensibles a un conjunto de parámetros de la TEC. Por ejemplo, las TEC unilaterales tienen menos consecuencias que las bilaterales. Otra variable a tener en cuenta en las consecuencias producidas es el número de tratamientos, el espacio entre tratamientos y la intensidad del estímulo. Por lo general, estos síntomas secundarios suelen desaparecer de forma gradual tras la finalización del tratamiento. Concretamente, se ha observado que la normalización de la función cognitiva tras TEC oscila entre 24 horas y 7 días, aunque se han descrito déficits de memorización hasta 6 meses después de la TEC, pudiendo quedar una amnesia permanente que abarca los meses inmediatamente precedentes, inmediatos y posteriores al curso de la TEC.
Otro efecto adverso puede ser la aparición, durante el tratamiento, de cuadros hipomaníacos que requieren un diagnóstico diferencial entre una euforia orgánica y una manía emergente en pacientes con procesos afectivos.