Una gran cantidad de personas experimentan ansiedad, tensión e insomnio de forma aguda o crónica. Las benzodiacepinas han sido ampliamente usadas como remedios sintomáticos efectivos. En los últimos tiempos ha aumentado su prescripción a largo plazo, asociándose a un alto riesgo de dependencia.

Al margen de sus propiedades sedativas, hipnóticas y ansiolíticas, las benzodiacepinas alteran la memoria de dos formas diferenciadas: 1) amnesia anterógrada consiguiente a su administración y 2) alteración de la memoria de consolidación con la consecuente dificultad en la memoria de evocación. La amnesia anterógrada se observa secundariamente a la administración intravenosa de dosis elevadas de benzodiacepinas, cuando se utilizan como anestésico prequirúrgico. También se ha observado amnesia como consecuencia de la ingesta oral de dosis de benzodiacepinas de elevada potencia y vida media corta como el triazolam, especialmente cuando la administración se acompaña de ingesta de alcohol. Las benzodiacepinas alteran la memoria de consolidación y enlentecen la evocación sin afectar la memoria de adquisición o memoria a corto plazo (Angus y Rommey, 1984). Esta alteración de la memoria, sin embargo, no se relaciona con el grado de sedación ni con la alteración psicomotora. Las benzodiacepinas no alteran la capacidad para el recuerdo de información aprendida con anterioridad a la ingesta del fármaco (Petersen y Ghoneim, 1980). Las benzodiacepinas más potentes y de vida media corta afectan más gravemente la memoria incluso después de dosis únicas. El déficit de memoria está en función de la dosis y de la forma de administración, siendo las dosis elevadas y la administración intravenosa las que causan una mayor alteración mnésica. También es un factor significativo la duración del tratamiento benzodiacepínico, sobretodo en los pacientes de edad avanzada, que pueden experimentar un decremento insidioso y gradual de la memoria, incluso con dosis constantes.