Directamente quiero presentar a los usuarios de la página biopsicologia.net la interpretación del encadenamiento bidireccional de los tres niveles, molecular, funcional y conductual que constituyen el paradigma básico para la aplicación de los conocimientos psicobiológicos, de los modelos biológico, personal y social, en la farmacología de la conducta (Figura 1.1).
Es incuestionable que el punto de partida de nuestra organización plástica y funcional es el nivel molecular que compone la estructura celular inicial y que claramente define un modelo biológico de evolución y desarrollo, en el que la condición genética es realmente primordial dado que el medio presenta una importante protección y además es una preocupación imperiosa que nada pueda afectar a ese desarrollo, por lo que los medios que se ponen para proteger este primer nivel son máximos.
Es entonces que asumimos un determinismo radical y en realidad la mayor preocupación es que no aparezca ninguna condición o situación exógena y/o endógena que puedan alterar o modificar ese desarrollo, ni que decir tiene la oposición a algo que lo impida, bloquee o aborte. Esta situación nos lleva directamente y en función del tiempo a la consecución de estructuras propias cuya característica es su funcionalidad, en otras palabras que hacen ("para que sirven") y son precisamente esos resultados los que nos sitúan en un segundo nivel al que hemos llamado funcional y que se va a corresponder con el modelo personal.
Desde mi punto de vista este es el gran momento, de un modelo personal e intransferible, creo que es el gran milagro biológico de la individualidad, es en realidad el punto de partida de una diferenciación personal que está caracterizada por la oportunidad del funcionamiento con una sensibilidad propia, en el momento y condición oportuno, hasta tal punto que desde una misma proximidad genética y en unas mismas condiciones, como son los gemelos monocigóticos, no se producen los mismos mecanismos y aunque presentan una mayor proximidad que en cualquier otra relación familiar, no hay nunca una congruencia de identidad en la totalidad.
Naturalmente este segundo nivel está ofreciendo la base y el sustrato explícito de que es lo que somos capaces de hacer es decir está simplemente asentando el punto de partida de un nivel conductual cuya oferta global son las propiedades emergentes del encadenamiento de los dos niveles anteriores que nos sitúan directamente en el tercer nivel del modelo.
Desde luego, que este tercer nivel es el más trascendental e importante ya que a partir del mismo se van a establecer las pautas del significado biológico y adaptativo de una conducta de relación, es decir, de un modelo social con todos los atributos psicológicos propios del modo, modelo y forma que se corresponden con la propia cronología vital.
Está claro que no nos quedamos ahí, sino que hacemos un buen uso de las consecuencias conductuales en un ambiente determinado, y volvemos ahora en la dirección opuesta a influir sobre los niveles antecedentes segundo y primero con sus correspondientes modulaciones por un lado encadenadas y por otro lado puenteadas desde la consecuencia plástica y funcional en cada uno de los mismos que establece claramente unas modulaciones funcionales y unas remodelaciones plásticas que en su globalidad determinan la plasticidad de nuestra organización.
De tal manera que este paradigma nos permite entender la intervención en cada uno de los niveles y desde cada uno de los modelos sin establecer compartimentos estancos sino todo lo contrario desde una globalización manifiesta e interrelacionada. Es por tanto fácil de asumir que una intervención psicoterapéutica y una intervención psicofarmacológica, no son antagónicas ni excluyentes sino, todo lo contrario, sinérgicas y complementarias, aunque se puedan perfectamente obtener los resultados desde la acción propia de cada una de ellas como que su inclusión está perfectamente contemplada en el modelo.
Este artículo está incluido en el libro Bases Farmacológicas de la Conducta Vol I