MMPI


Cuando Starke Hathaway ideó el MMPI, lo hizo en el convencimiento de que la personalidad se reflejaba principalmente en las formas verbales. La observación clínica, las fuentes bibliográficas y la literatura le indicaban que los sujetos con perturbaciones psicopatológicas definían sus síntomas y su imagen de modo distinto según el diagnóstico presentado. Así, al encarar estudios de grupos contrastados, observó que ciertos ítems eran sistemáticamente contestados en una dirección por los sujetos previamente diagnosticados y en la contraria por los que no presentaban el cuadro en estudio. Por supuesto, la forma de inventario era la que más se ajustaba a esta concepción de la evaluación de la personalidad, sobre todo al permitir la construcción de distintas escalas que en el caso del MMPI debían contener las principales variables diagnósticas. Así resultó un cuestinario de personalidad de 566 ítems.

Hathaway y McKinley eligieron la gnosografía de E. Kraepelin, fuertemente consensuada por la comunidad científica, como criterio para discriminarlas. Por lo tanto la tarea consistió en hallar ítems lo suficientemente sensibles como para evaluar lo que se proponían y lo suficientemente tolerables como para confiar en las respuestas obtenidas. Así, elaboraron ocho escalas clínicas: Hipocondriasis (Hs), Depresión (D), Histeria (Hy), Desviación Psicopática (Dp), Paranoia (Pa), Psicastenia (Pt), Esquizofrenia (Sc) y Manía (Ma), a las que luego agregaron dos: Introversión Social (Si) y Masculinidad-Feminidad (Mf).

También pensaron de qué modo controlar las respuestas, previendo distorsiones deliberadas en las mismas, por lo que idearon las escalas de validez L (Sinceridad), F (Validez) y ? (Interrogantes). Más tarde, Meehl y Hathaway (1946) notaron que sujetos con trastornos psicopatológicos severos obtenían puntajes poco elevados en determinadas escalas clínicas, lo que les hizo pensar en una actitud defensiva al responder. Para corregir estas puntuaciones, se elaboró la escala de validez K, que evalúa recursos yoicos, cuya puntuación afecta a las escalas Hs, Dp, Pt, Sc y Ma en una proporción empíricamente determinada. La elaboración de las escalas de validez supuso un hallazgo para el ámbito de la psicometría, al considerar la medición de respuestas que podían afectar la confiabilidad de los puntajes. Desde entonces, la mayor parte de los cuestionarios e inventarios cuentan con algún tipo de mensura respecto de ello.

En la década de 1980 se constituyó un comité para la revisión, actualización y reestandarización del MMPI. Butcher, Graham, Dahlstrom, Tellegen y Kaemmer fueron sus principales integrantes. El objetivo abarcó la revisión de los ítems que resultaban anacrónicos, que estaban expresados de modo inadecuado y la formulación de otros que abarcasen formas de diagnóstico más actuales. También incluyó una revisión rigurosa de las normas estadísticas, ya que la muestra original, básicamente conformada por residentes de Minnesota, no resultaba representativa de la población general.

En 1989 se publica la nueva versión, el MMPI-2, que tiene una muy favorable acogida en el ámbito de la evaluación psicológica. Numerosas publicaciones desde entonces así lo atestiguan. Éstas versan acerca del MMPI-2 como instrumento válido y confiable en diversos campos de aplicación (clínico, forense) y en estudios de investigación.

SCL-90


El Symtom Check List fue diseñado en la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore con la finalidad de disponer de un cuestionario para la autoevaluación de un amplio rango de problemas psicopatológicos que pudiera ser utilizado tanto en pacientes médicos, psiquiátricos o en población general y tanto como método de screening como para valoración de cambios sintomáticos inducidos por el tratamiento. El instrumento original constaba de 51 ítems y era conocido como Hopkins Symtom Check List (HSCL). Derogatis et al. desarrollaron en 1973 una versión de 90 ítems (SCL-90), a la que en 1977 le cambiaron 2 ítems y le modificaron ligeramente otros 7, así nació el SCL-90-R, formato que acabó imponiéndose sobre los demás y que es el presentado aquí.

En nuestro país, se hizo una adaptación al castellano del SCL-90 por parte de J. Guimón et al. que se presentó en el XV Congreso de la Sociedad Española de Psiquiatría celebrado en Jaca (Huesca) en 1.983. En 1.989, el grupo de trabajo dirigido por J.L. González de Rivera adaptó la versión española del SCL-90-R. Aunque ha sido publicado un análisis factorial de ésta, no hemos encontrado datos referentes a la fiabilidad y validez de la misma.

El SCL-90-R es un cuestionario multidimensional autoadministrado. El paciente tiene que seleccionar mediante una escala tipo Likert de cinco grados, hasta que punto se ha sentido molesto, durante los últimos siete días, por una serie de 90 problemas (0 no la ha molestado en absoluto y 4 le ha molestado de manera extrema). El cuestionario explora 9 dimensiones o perfiles psicopatológicos: Somatización, Obsesión-Compulsión, Sensibilidad Interpersonal, Depresión, Ansiedad, Ira-Hostilidad, Ansiedad Fóbica, Ideación Paranoide y Psicoticismo.

Se trata de un cuestionario sencillo y fácil de aplicar. Puede ser de utilidad en atención primaria como medida de la gravedad sintomática o como elemento de screening, Es más interesante todavía como medida multidimensional de psicopatología, sobre todo si uno está interesado en los trastornos de depresión y ansiedad, en este apartado es superior al GHQ-28.

La corrección del SCL-90-R ofrece tres niveles de información: global, dimensional y de síntomas discretos.

A) GLOBAL, con 3 índices: GSI (Índice Global de Gravedad) que se refiere a la intensidad media del conjunto de los 90 ítems. PST (Total de Síntomas Positivos), hace referencia al número medio de síntomas experimentados por cada paciente. PSDI (Índice de Distrés de Síntomas Positivos), se refiere a la intensidad media de los síntomas positivos.

B) DIMENSIONAL, proporciona 9 índices uno por cada dimensión sintomática.

C) SÍNTOMAS DISCRETOS, hace referencia a la intensidad media obtenida en una serie de ítems que hacen referencia a trastornos del sueño, del comportamiento alimentario, etc.

Aunque se ha utilizado en diferentes estudios clínicos en nuestro país, es necesaria la validación de la versión española y más estudios sobre la misma. Como instrumento autoadministrado puede ser difícil de aplicar en pacientes con bajo nivel cultural. Para algunos autores, este instrumento ofrecería más una medida de disconfort general que un perfil psicopatológico determinado, aunque otros estudios han demostrado la validez de los índices dimensionales de ansiedad y depresión. Aunque no disponemos de datos referidos a la versión española del SCL-90-R, si existen de una reciente validación germana, realizada en una muestra de pacientes ambulatorios de una clínica psicosomática y en un grupo control sano.

Fiabilidad: La consistencia interna de las 9 subescalas fue buena, oscilando el alfa de Cronbach de 0.78 a 0.90

Validez: En cuanto a validez predictiva, para un punto de corte de 0.5 en el GSI, ofrece una sensibilidad del 0.83, especificidad del 0.80, VPP 0.91 y VPN 0.66. Para una muestra de pacientes que acuden a las consultas de atención primaria, con el mismo punto de corte, la sensibilidad es del 0.64, la especificidad del 0.74, VPP 0.58 y VPN 0.77. En el mismo trabajo, se confirma, mediante análisis ROC, la adecuada validez de los índices dimensionales de ansiedad y depresión. También se demuestra en el mismo trabajo la adecuada validez discriminativa, la validez concurrente con el IIP-C y el GHQ-12.

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Modelo bidireccional y triestratificado

Autor: Profesor G. Gómez-Jarabo
Director de biopsicologia.net


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