Una hipoglucemia recurrente puede ser secundaria a la administración exógena de insulina, insulinoma, tirotoxicosis, sarcoma, tratamiento con hipoglucemiantes orales (clorpropamida), enfermedades por depósito de glucógeno, insuficiencia hepática, déficit adrenocorticoide o sobreproducción de insulina.
Cuanto más dure la hipoglucemia, mayor será la pérdida neuronal irreversible. En pacientes diabéticos estrictamente controlados, con episodios recurrentes de hipoglucemias leves, se ha observado el desarrollo insidioso de una demencia. Los pacientes ancianos están especialmente predispuestos a la hipoglucemia por una irregular ingesta de alimentos, disminución de los depósitos hepáticos de glucógeno y de las funciones hepática y renal, y a una mayor susceptibilidad de los efectos hipoglucemiantes del alcohol.
Los síntomas mentales de la hipoglucemia siguen un curso paralelo a la rapidez y grado de disminución de la glicemia. Una disminución lenta o unos niveles crónicamente bajos de glucosa no estimulan la secreción de catecolaminas; la afección cerebral se produce sin acompañarse de taquicardia, sudoración o palidez. La mayoría de los pacientes con hipoglucemia crónica aquejan cefalea, confusión, inquietud, e irritabilidad. Si la hipoglucemia se prolonga y la recuperación cerebral es incompleta, pueden presentar cambios de personalidad, agresividad, apatía y labilidad emocional. Los signos mentales predominantes son la pérdida de memoria, dificultad para tareas motoras y disminución de la actividad espontánea. Algunos presentan déficits motores focales o neuropatía periférica. En casos evolucionados, puede observarse una pérdida neuronal parcheada en el córtex, ganglios basales y cerebelo, con proliferación de la microglía, astrocitos y de vasos sanguíneos. El tratamiento debe ser etiológico. Evitar los episodios de hipoglucemia puede detener la progresión de los síntomas, aunque la recuperación es a menudo incompleta.