Se entiende por hipokalemia la disminución de la concentración sérica del potasio a cifras menores de 3.5 mEq/litro. Suele ser causada por disminución del aporte, redistribución transcelular o pérdidas excesivas. Las causas de la hipokalemia se clasifican en cuatro grandes grupos: reducción de la ingesta, pérdidas gastrointestinales, pérdidas renales o anomalías de la distribución intra/extracelular.
El cuadro clínico depende del grado de hipokalemia y la velocidad de la pérdida. Las pérdidas superiores al 10% del potasio son sintomáticas con una serie de manifestaciones clínicas que básicamente se caracterizan por: alteraciones musculoesqueléticas, cardiovasculares, gastrointestinales y metabólicas y renales. En líneas generales, los síntomas de hipokalemia son típicamente musculares. Los pacientes presentan debilidad muscular moderada, mialgia, y fatigabilidad fácil. Se afecta preferentemente la musculatura proximal, respetándose la craneal. Asociada a alcalosis, puede aparecer tetania. Los síntomas cerebrales son raros. Letargia, apatía, somnolencia, confusión, irritabilidad, delirio y coma, raramente se han asociado a hipokalemia, y mas bien, aparecen en función del trastorno ácido-base asociado.
El examen indispensable es la medición de los niveles séricos de potasio concomitantemente con la toma del registro electrocardiográfico. Es útil para descartar o confirmar la existencia de una alcalosis, los gases arteriales, los niveles de glucosa en sangre y las pruebas de función renal (creatinina y nitrógeno ureico). La gasimetría arterial permite identificar una alcalosis metabólica, con la cual frecuentemente se asocia la hipokalemia.